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25 sept 2018

Redes, que nunca sociales


Era fácil continuar la que fue primera entrada de este blog, “Estereotipos de ¿felicidad?”, puesto que uno de los grandes ejemplos de que vivimos absolutamente condicionados por lo que nos marca la sociedad son las Redes Sociales, que cómo bien dice siempre Andrés Suárez con la frase que da título a este post, tienen de todo menos que son sociales.

Vaya por delante que soy el primero que usa las habituales, que posturea de vez en cuando y que cotillea más de lo que me gustaría, pero ha terminado el verano y es probablemente la época en la que más envidio a la gente que vive 100% la realidad y no sabe nada del mundo virtual, ese en el que la mayoría de los humanos pasamos horas y horas.

Parece que ya no se puede disfrutar del momento si no se lo cuentas a tus ‘followers’, o que si no felicitas a alguien sin subir una foto juntos, no le has felicitado, aunque le llames o le veas en persona el mismo día de su cumpleaños.
Precisamente no son sociales por eso, porque nos están rompiendo todo tipo de contacto personal, ahora todo es a través de una pantalla y, lo que es peor, ya es público para todo el que lo desee.



Aparte de usarlas mucho, también reconozco que tienen cosas positivas, pero si hubiera una balanza entre lo que nos aportan o nos quitan, sinceramente no tendría claro qué lado ganaría. No exagero cuando digo que conozco a demasiada gente que valora más un puñado de ‘likes’ que una llamada con un ‘¿qué tal estás?’ o, si me pongo más melancólico, un abrazo. Pero ellos se lo pierden.

Tampoco quiero que se entienda este post como que soy de esos que se creen con superioridad moral sobre los que usan Redes Sociales, puesto que también es una actitud que me repatea, ya que no me creo mejor ni peor que nadie en ese sentido, simplemente me da pena que ya no se valoren tanto ciertas cosas que creo fundamentales. Pero allá cada uno con lo que elige y a lo que da prioridad en su vida, lo mío es una opinión igual de válida que las demás.

Yo seguiré intentando dar abrazos, hacer llamadas y quedar con la gente a la que más me importa cuidar en la vida: los amigos.

6 sept 2018

Estereotipos de… ¿felicidad?


Unos más que otros, pero todos vivimos bajo una serie de estereotipos que llevan guiando a la humanidad desde tiempos inmemoriales, y son esos de ‘naces, creces, te reproduces y mueres’. Obviamente, cada uno se los toma de una manera, pero hay tres de ellos que son innegociables, y luego ya el de reproducirse va por barrios.

Pero, con el tiempo te das cuenta de que se espera de ti que cumplas otra serie de normas sin las que, según muchos, no serás nunca feliz. O, lo que es peor, pensar que conseguirlos te darán sí o sí la felicidad.
Error. Grave error.

Hay una edad, entre los 25 y 35, en la que la alargada sombra de estas ‘doctrinas’ empieza a cernirse sobre ti, con frases como “a ver cuando sientas la cabeza, se te va a pasar el arroz o yo a tu edad…

Y no sólo de los padres, que es lo de menos porque se amparan en que quieren lo mejor para ti, y al final es algo comprensible que seguro todos acabaremos haciendo alguna vez si somos padres. Es esta sociedad en la que vivimos la que te incita a cumplirlos, porque somos expertos en eso de “consejos vendo, que para mi no tengo.”

Desde pequeños nos dicen qué es lo bueno y qué es lo malo dependiendo de si es aceptado o no por la sociedad. ¿Acaso ser diferente o tener comportamientos distintos a la mayoría nos hace ser menos felices? Sinceramente, lo dudo.

Las dos principales ‘fuentes de felicidad’ según el mundo son tener pareja y trabajo. Una vez que los consigues ya te has pasado la vida, has vencido al monstruo final del videojuego y el resto es un camino de rosas… ¡Anda, a la mierda!, que diría el gran Labordeta.

¿Acaso alguien se pregunta si en dicho trabajo o en dicha relación somos realmente felices? ¿Si nos hemos aferrado a eso porque no teníamos otra cosa? ¿Si nuestro jefe o nuestra pareja nos trata bien? ¿O si lo aguantamos porque ante la sociedad queda bien decir que has “sentado la cabeza”?

Ejemplos hay miles de gente que no tiene otra opción que coger ese trabajo explotador o de empezar a salir con alguien simplemente por entrar en el círculo bueno de la sociedad. Basta con preguntar en confianza para darse cuenta de que mucha gente no está contenta con ninguna de esas partes de su vida, pero “es lo que hay.

Y así, conformándose, pasan largas temporadas, incluso vidas enteras sin hacer lo que realmente les realiza como personas, cumpliendo los paradigmas de felicidad de otros, pero no los propios.

Nadie les obliga a hacerlo” ó “pensar en cambiar eso es vivir en los mundos de Yupi” son reacciones que ha habido, hay y habrá a estas reflexiones, pero no he encontrado todavía a nadie que tras decir eso no acabe encontrando en su propia vida algo que cumple porque la sociedad se lo impone.

Y seguiremos haciéndolo. Yo, el primero.