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15 oct 2018

La venda de los prejuicios


Tengo claro que hablar de prejuicios daría para llenar varios libros con ejemplos del día a día, y que tratar de reducirlo a un post como este es bastante osado por mi parte, pero no por ello quiero evitar un tema que, al igual que ciertos estereotipos, son un impedimento a la hora de avanzar, tanto individual como colectivamente.

La idea de este texto surgió gracias a la última canción publicada por uno de mis grupos favoritos, Txarango, que se despedía esta semana por tiempo indefinido dejando un vídeo que recomiendo ver a todo el mundo. Precisamente, hablo de prejuicios aquí y ahora porque sé que muchos no han querido ni querrán ver dicho vídeo, ya que Txarango es un grupo catalán, independentista y bastante  “perroflauta”, lo cual reduce mucho su público, por desgracia. Y eso que el 99% de sus canciones no tienen ningún tinte político, simplemente son letras que hablan de alegría, de amor y de disfrutar de la vida, algo con lo que me atrevería a decir que coincidimos todos, pero que si nos lo hace llegar alguien que no es afín a nuestras ideas, los prejuicios no nos dejan disfrutarlo.

Y, en este caso, hablamos de música, pero este tipo de tabús nos privan de muchas de las mejores sensaciones que tenemos en la vida, puesto que hay prejuicios que hacen que dejemos de conocer a personas, lugares o situaciones increíbles, únicamente porque antes de conocer ya hemos juzgado que eso no es para nosotros. Y claro, con toda la razón del mundo, no vaya a ser que nos guste y tengamos que replantearnos muchas cosas o reflexionar sobre si estamos equivocados en nuestras ideas. Qué pereza, ¿verdad?

Generalizar, prejuzgar y discriminar de primeras es tomar el camino fácil, algo que se ha hecho toda la vida, pero que en el siglo XXI se lleva aún más al extremo, ya que estamos tan pendientes de demostrar que tenemos una vida perfecta y no necesitamos nada nuevo en ella, que rechazamos cualquier cosa que pueda alterar esa perfección, aunque sea algo bueno, pero si no está dentro de esa famosa ‘zona de confort’ no es para nosotros.

He leído un estudio cuya conclusión es que “las personas con prejuicios están en desventaja porque no aprenden nada nuevo y suelen perder oportunidades,” y no puedo estar más de acuerdo, a pesar de ser el primero que seguro tiene mil prejuicios, como todos, pero que hace lo posible por ir quitándolos poco a poco. Dicho estudio asegura que los prejuicios únicamente podrían ser útiles a corto plazo, pero como no nos dejan aprender de los errores, son las estrategias a largo plazo las más eficientes.

Y es que es la propia vida la que nos va enseñando lo equivocados que estamos con los prejuicios, pues una vez que te quitas la venda y te arriesgas a disfrutar, conoces esas canciones, esas personas o esas sensaciones que cambian tu vida para siempre, y normalmente a mejor.

Por cierto, esa venda que no nos deja ver está hecha de mil cosas distintas, desde ideas políticas hasta ideas sociales, pasando por la forma en la que hemos sido educados. Llega un momento en la vida en el que tenemos que empezar a tomar nuestras propias decisiones y vivir por nosotros mismos, aunque eso signifique cuestionar lo que hemos dado por bueno tantos años, o más bien lo que otros nos han dado por bueno.

“El prejuicio es una carga que confunde el pasado, amenaza el futuro y hace inaccesible el presente”

-Maya Angelou-